Si queremos que el bebé esté bien, por razón muy obvia, la mamá debe de estar mejor: brindémosle un clima de tranquilidad, confort, apapacho, buena alimentación, y aquí aprovecho para mencionar que la mayoría de alimentos restringidos a la mujer que lacta “son puro mito”, a la mujer hay que darle una dieta variada, sana, natural y en medida de lo posible, a su complacencia.
El haber tenido un bebé por vía natural (aunque sabemos que absurdamente es lo menos frecuente) es un gran esfuerzo y si fue por operación cesárea, la afectación al cuerpo es mayor y requerirá de más tiempo de recuperación, por lo que todo el apoyo que se le pueda dar a la madre es bueno: los quehaceres domésticos hay que evitárselos, en especial si hay otros hijos. El padre o los familiares pueden apoyar en el baño al bebé, cambio de pañales y ropa, así como a ratos tranquilizar en brazos al bebé a fin de que la mamá se pueda relajar.

El padre debe mostrarse cariñoso, apapachón, obsequioso: no olvides el ramo de flores, un masajito en la espalda, pies, etc. Todo el afecto que le des a tu mujer, ella lo pasará a tu hijo a través de su piel y leche. En relación al trabajo doméstico se trata de ser un equipo y de funcionar como tal (todos los miembros están igualmente implicados).
Si contamos con una madre, un hijo y un padre-soporte tenemos lo que se conoce como “triángulo de la lactancia” que hará que las probabilidades de lograr el éxito aumenten considerablemente. El ser padre-soporte y formar un triángulo de la lactancia es algo que los hombres no deberían dejar pasar, es una experiencia muy enriquecedora y placentera donde todos los miembros de la familia se pueden incluir. Hay que tener cuidado en no abrumar a la madre y respetar la intimidad de los momentos de alimentación del bebé, dejar que entren en armonía el binomio madre-hijo, ya que requieren en esos momentos de sana y grata intimidad.
Me da gusto escuchar a las parejas de jóvenes decir ¡Estamos embarazados! ahora quisiera escuchar ¡estamos lactando!